domingo, 24 de agosto de 2014

Reseña sobre "La Metamorfosis", de Franz Kafka.

La metamorfosis del hartazgo laboral.
                 Por Aurelio Guzmán.
¿Cansado de trabajar y hacer cada día lo mismo y lo mismo en la oficina? Tal vez debería leer La Metamorfosis.  Esta es una noveleta escrita por Franz Kafka (de ahí proviene el término Kafkiano), que es la apertura hacia la literatura moderna, donde no sólo interesa lo que se dice, sino cómo se dice.
 Es una metáfora de la condición humana, del hombre que incesantemente trabaja para comer, que come para vivir y que vive para trabajar. Es el hartazgo de lo cotidiano, es el descubrir, el descubrirse, el  poner un hasta aquí y rebelarse a seguir en una rutina que da para comer al organismo, pero que poco a poco mata al espíritu.
 La noveleta inicia cuando Gregorio Samsa, un trabajador cualquiera, un día se despierta y se transforma:
 "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto."[1]
En realidad, no se convirtió en un insecto, sino que, simplemente decidió poner un freno a su ritmo de vida, y a partir de entonces, ya no hacer nada. Así es, ¡no hacer nada! Quería cambiar su forma de existir en el mundo, no estar más en el mismo sitio, con las mismas personas; ya no deseaba ir del trabajo a su casa y de su casa al trabajo, pasarse la vida encerrado entre paredes, casi sin sentir el aire.
 Cuando Gregorio dejó de aportar dinero a su familia, comenzaron a verlo como un bicho. El propio Gregorio se sentía así, pues el haber abandonado repentinamente el trabajo, el no tener fuerzas para hacerlo más, así como la cultura laboral que desde niño le fue tatuada en la frente, lo hacía sentirse profundamente culpable, y sobre todo, pensar en morirse de una vez por todas.
 En la familia Samsa, alguien sin trabajo, un holgazán, un bicho, era preferible muerto:
 "Bueno- dijo el señor Samsa -, ahora podemos dar gracias a Dios."[2]
Si alguna vez se ha sentido observado como un bicho, un Gregorio Samsa, un escarabajo, una persona que cree que la vida es más que una jornada laboral de ocho horas diarias (si bien nos va), y si el llegar a casa con la cartera vacía no es una opción, entonces lea La Metamorfosis, es probable que encuentre un espejo en ella.
[1] KAFKA, Franz, La Metamorfosis, Ediciones Leyenda, México, 2000, p. 13
[2] KAFKA, Franz, op. cit., p. 79.

domingo, 17 de agosto de 2014

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Pedro Páramo, de Juan Rulfo (reseña).

RESEÑA SOBRE "PEDRO PÁRAMO", DE JUAN RULFO.
Por José Aurelio Guzmán Martínez.

Pedro Páramo es una novela icono de la literatura mexicana, escrita por Juan Rulfo, que aborda los problemas del campo en nuestro país, de una forma excepcional, de una manera Rulfiana. Toda la novela transcurre basada en la tierra, en el campo, en un pueblo llamado Comala y en sus habitantes; pero sobre todo, en el cacique del cual todos dependen: don Pedro Páramo. Sorprende el texto desde su inicio, pues el nombre no está escogido al azar, sino que Rulfo lo hizo a propósito. Un páramo, según el diccionario Larousse, es un terreno yermo; y un yermo, es un despoblado, un terreno inhabitado. Lo que refleja la construcción del personaje principal de la novela, y el destino final del pueblo próspero que algún día fue Comala.
 "¿Conoce usted a Pedro Páramo? - le pregunté. Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.
-  ¿Quién es? - volví a preguntar.
Un rencor vivo - me contestó él."  [1]
 En la novela hay amor, odio, traiciones, soledad, alegría, muerte. Todo comienza con la ida de Pedro Páramo a Comala, enviado por su difunta madre con el objetivo de encontrar a su padre, Don Pedro Páramo, a quien no conocía.
 "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera."[2]
 Al llegar al pueblo, se da cuenta que es un lugar desolado, inhóspito, lejos de las grandezas que le había contado su madre. Ahí encuentra a un arriero, quien le deja ver un poco sobre la forma de ser, de Don Pedro Páramo, su padre:
 "- Yo también soy hijo de Pedro Páramo - me dijo." [3]
 Don Pedro Páramo había sido un mujeriego, y había regado hijos por donde quiera. Había algo muy extraño en ese pueblo:
 "El arriero, que se siguió de filo, me informó todavía antes de despedirse:
- Yo voy más allá, donde se ve la trabazón de los cerros. Allá tengo mi casa. Si usted quiere venir, será bienvenido. Ahora que si quiere quedarse aquí, ahi se lo haiga…" [4]
 Cuando Pedro Páramo se quedó solo, en Comala, fue cuando comenzaron los murmullos, que provenían quién sabe de dónde. Apareció doña Eduviges, una mujer extraña, quien lo invitó a pasar a su casa. Hasta ahí, llegaban las voces de varias personas, que se quejaban. Se comienzan a contar poco a poco las historias de los personajes de la novela, hasta que Pedro Páramo, se da cuenta que en el pueblo donde se encuentra, todos están muertos, y las voces que se escuchan, son los murmullos de los fantasmas de quienes algún día ahí vivieron, y que no pueden descansar en paz. El mismo Pedro Páramo, muere ahí, en Comala, en la casa de la difunta Eduviges, asesinado por los murmullos.
 Su padre, don Pedro Páramo, había sido un cacique de la región, y gracias a su riqueza, ese pueblo sobrevivía. Tuvo muchas mujeres, pero sólo de una se enamoró, y cuando su amor murió, ante la indiferencia del pueblo por su dolor, decidió dejar morir a sus habitantes. Así, poco a poco, el próspero pueblo que dominaba el cacique, ante la escasez de trabajo, se fue quedando sin personas, y las pocas que ahí permanecieron, no tardaron en morir, para dejar un lugar asolado. El destino del pueblo, fue el mismo de Don Pedro Páramo: de la riqueza y abundancia, pasó a la soledad y la pobreza. Así murió Don Pedro Páramo, sin intentar seguir respirando, sin pedir ayuda a su criada; así se desmoronó:
 "Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras." [5]
[1] RULFO, Juan, Pedro Páramo, Plaza Janes, México, 2000, p. 18.
[2] RULFO, Juan, op. cit., p. 15.
[3] RULFO, Juan, op. cit., p. 17.
[4] RULFO, Juan, op. cit., p. 22.
[5] RULFO, Juan, op. cit., p. 157.

CORTAZAR LEE A CORTAZAR.

lunes, 11 de agosto de 2014

sábado, 2 de agosto de 2014

Consejos para un escritor, de Ernest Hemingway.


VARIOS CONSEJOS.
Ernest Hemingway.

Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.

El lenguaje que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.

Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como: "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".

Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.

Para escribir me retraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.

Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico - religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...

A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.

Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.

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viernes, 1 de agosto de 2014